16.5.12


Una cosa de poder

La película “Un día muy particular” se desarrolla en un escenario marcado por el predominio del fascismo, donde los diálogos de los personajes tienen a modo de ruido de fondo el relato que narra el arribo de Hitler a Roma. El papel que desempeñan los dos personajes centrales, encarnan los valores de la diversidad, ya que son parte de las minorías silenciosas que deben callar en un régimen totalitario.

Los ideales del régimen se ven reflejados en la máxima de uno de los personajes:  

“Un hombre debe ser marido, padre y soldado”. Una triada que concatena familia, tradición y obediencia.

Estos personajes y el desarrollo de la trama nos permiten hallar una motivación para hablar sobre la democracia, entendida quizás como el modelo opuesto al totalitarismo que ostenta el Duce en la convulsa Italia entre guerras.

Si bien la discusión acerca del concepto de democracia ha sufrido una evolución a través de la historia del hombre en general y la política en particular, no podemos dudar que si preguntamos a la gente de forma azarosa en la vía pública, sin duda entenderán a la democracia como el sistema donde gobierna la mayoría, y esta mayoría sería el pueblo ejerciendo su voluntad a través del sufragio.

En una elección es el poder del pueblo el que se deposita transitoriamente en ciertos representantes para que lo ejerzan. Entonces vemos que un punto central en esta relación es el poder y quien lo detenta, así como las formas que adquiere y cómo se administra o dosifica estratégicamente. Por ejemplo, el poder de los que gobiernan sobre los gobernados a través del uso legítimo de la fuerza o el poder de los ciudadanos para fiscalizar a sus propias autoridades. Un sistema en el que al menos en términos de poder parece ayudar para que los más poderosos no abusen demasiado de su electorado, al menos no demasiado. El sistema democrático sería una verdadera garantía del contrato social, una vía que asegura el progreso de una sociedad, asegurando ciertos márgenes de acción, convenidas vías de conflicto y formas de resolución. Siempre partiendo de la base que el hombre es intrínsecamente egoísta y capaz en su depredación de pasar sobre otros hombres.”El hombre es un lobo para el hombre” como diría Hobbes.  

Y antagónico a esta licántropa forma de poder, se encuentra una noción positiva del hombre, en la cual éste es capaz de superar sus propias taras en pos del desarrollo común, del bien común y el bienestar de la mayoría. Habría un gen altruista que motiva siempre hacia un futuro determinado, lo que refleja además una idea de la historia como una suerte de flecha que avanza hacia su objetivo, como una línea temporal claramente dibujada al futuro gracias al desarrollo permanente de la sociedad humana.

Otros estudiosos de la ciencia política plantean que para que el poder sea efectivamente ejercido por la ciudadanía, ésta debe asegurarlo a través de la participación en el régimen democrático, sus propias reglas y escenarios, tanto locales como nacionales. El ejercicio continuo de esta forma de ciudadanía asegura la existencia de la democracia como sistema para alcanzar a través de su ejercicio mejores condiciones de existencias para el ser humano.

Algunas formas de gobierno como las que muestra el film “Un día muy particular”, son de relaciones totalitarias y verticales, otras más democráticas son más bien reticulares, pero todas tienen como eje central el poder. Desde sociedades simples a sociedades complejas, la sociedad ha evolucionado y ha adquirido nuevas formas de representar la realidad, desde la modernidad a la posmodernidad, de la era industrial a la sociedad digital, desde ciudadanos ideologizados a consumidores, desde discursos partidistas a mensajes cosificados.

Crisis de legitimidad

Un fenómeno al que pocos escapan es a la crisis de legitimidad que ostentan las instituciones políticas y la clase política, cada vez son más bajos los niveles de aprobación que tienen en la ciudadanía y cada vez menores los niveles de aceptación. Una verdadera crisis de la democracia. Este terreno es fértil para ideas extremas como el nacional socialismo para que germinen desde la molestia ciudadana y transformen el odio a las estructuras democráticas en fuerza que alimenta en el futuro cercano la xenofobia Las crisis económicas sobre otros tipos de problemas estructurales que sufren los países, gatillan este tipo de totalitarismos.

La crisis de legitimidad se expresa de diferentes formas, pero quizás la que más llama la atención es la violencia social, la misma que ocupa tantos minutos en los noticiarios. Esta violencia social conlleva a una cosificación de los discursos en torno a la seguridad como eje central, incluso conceptos como la guerra preventiva se hacen presentes desde la autoridad. La violencia como poder en la era de la biopolítica parece no ser una buena fórmula, sin embargo tiene millones de adeptos. A lo anterior, se suma una condición poco homogénea y fragmentada de la oposición a este tipo de poder. Una sociedad multicaracterizada en demandas disímiles y por lo tanto, muy difícil de aglutinar tras un solo discurso. Exceptuando quizás una suerte de anti poder que parece resumir los anhelos y convicciones más íntimas de cada uno de estos no militantes, pero sí participantes, sujetos de acción.

Cómo se articula un nuevo orden social y político desde esta nueva heterogeneidad?. Es posible realizar cambios sólo desde la democracia?. Podemos hablar de una nueva ideología o la posibilidad de vivir sin ella?Es verdad que cada día son más los movimientos de anti poder como los llamados “Indignados”, pero permítanme dudar de sus resultados. Recuerdo cuando acampaban en las plazas españolas por miles y ejercían si bien no innovadoras prácticas sociales, digamos que poco frecuentes.

Pero . . . .y el resultado? Hoy gobierna la derecha, es un país con elevadas tasas de desempleo y están en una feroz crisis económica. ¿Basta con indignarse?. Parece que oponer al poder sólo el anti poder no es suficiente, falta algo más de sustancia o lo que otros llaman ideología.
Algo que nos queda claro es que podemos ser más que un marido, padre y soldado, falta ahora resolver cómo nos indignamos

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